Una chica con el corazón roto y con marcas de cortes en los brazos—no lo suficientemente buena. Un joven que se escapó de casa, gastando todo su dinero en drogas y fiestas—no lo suficientemente bueno. Un adulto que ha tenido problemas de salud toda su vida, un obstáculo que le impidió perseguir sus sueños—no lo suficientemente bueno.
¿Alguna vez has sentido que no eres lo suficientemente bueno? Quizá en tu familia, entre tus amigos, en la sociedad, escuela, o tal vez en tu trabajo. Estos problemas podrían o no estar relacionados con una condición aún peor: el no sentirte lo suficientemente bueno para Dios.
Engañoso es el corazón
“¡Cuántos hay que piensan que no son bastante buenos para ir a Cristo!” CC, 31. Es verdad que “engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso.” Jeremías 17:9.
“Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino”. Isaías 53:6. Todos estamos en el mismo barco. Todos nos hemos apartado del Pastor, hemos dejado el camino de la justicia, buscando la pieza que falta de la verdadera felicidad en algún otro lugar. Sin embargo, Isaías 53:6 no termina de esta manera. El verso continúa: “mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros”. Mientras nosotros escogimos el camino hacia la destrucción, Jesús cargó en sus hombros el pecado de todos nosotros.
Quizá pienses que esto no se aplica a tu caso porque tú te has sumergido tan profundamente en problemas que no eres lo suficientemente bueno para Cristo y que ya no hay esperanza para ti. Pero veamos qué más dicen las Escritura acerca de esto.
“¡Mis pecados son demasiado grandes!”
Algunos piensan que han pecado tanto que ya no pueden regresar a Cristo. Quizás, lleno de pesar por las previas malas decisiones tomadas en tu vida, tengas miedo de haber cometido el pecado imperdonable (el pecado contra el Espíritu Santo). Pero esto mismo es la evidencia de que el Espíritu Santo está trabajando en ti y que por lo tanto Dios no te ha abandonado. Verás, el Espíritu fue enviado a “convencer al mundo de pecado, de justicia y de juicio.” Juan 16:8
Mira a Pablo—un blasfemo, perseguidor y asesino. El afirmó con confianza: “Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero.” 1 Timoteo 1:15. Pablo se arrepintió y Dios le usó poderosamente para llevar el evangelio al mundo.
El valor que tú tienes
Imagina que tengo un billete de 100 euros en mi mano y te lo quiero dar, ¿lo querrías? ¡Por supuesto que sí! Bueno, digamos que arrugo mucho el billete dentro de mi puño, ¿aún lo querrías? ¡Estoy seguro que sí! Ahora bien, si lo tirara al suelo y saltara sobre él repetidamente, llenándolo de polvo, ¿por qué razón lo querrías aún? ¡Porque su valor sigue siendo el mismo! Sin importar cuán arrugado o sucio pueda estar sigue siendo un billete de 100 euros.
¿Cuál es tu valor? ¿1.000 euros? ¿100.000 euros? Tu valor es digno del Hijo del Dios Todopoderoso renunciando a su gloria y honor en el cielo, para venir a esta oscura y pecaminosa tierra a morir por ti; ¡Qué valor tan inmenso! Y todavía hay más: el Padre dejó ir a su Hijo, arriesgando todo para salvar a la humanidad. De la misma manera en que el pastor dejó a las 99 ovejas para buscar a la única que estaba perdida, Jesús también habría muerto si tuviese que haber sido solamente por ti. “Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.” (Juan 3:17) Nosotros ya estábamos condenados antes que Él viniera, a causa de nuestros pecados.
¿Qué hacer?
María Magdalena era una mujer de mala reputación, de la que Jesús expulsó 7 demonios. Algunos comentaristas creen que también fue ella la mujer que fue encontrada adulterando en Juan 8. Jesús había perdonado sus pecados y ella quería mostrarle su gratitud. Ella lo había escuchado previamente hablando de Su muerte, así que decidió comprar un perfume muy caro para ungirle. Postrándose en profundo llanto ante él, le lavó los pies con sus lágrimas y le enjugó con sus cabellos.
De la misma manera, el mejor lugar donde puedes estar cuando tengas problemas es a los pies de Cristo Jesús. Clama esta gran promesa: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.” (1 Juan 1:9). No importa cuán pecaminoso e indigno te sientas, porque “cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia.” (Romanos 5:20). “Pues si nuestro corazón nos reprende, mayor que nuestro corazón es Dios, y él sabe todas las cosas.” (1 Juan 3:20).
El pobre publicano oró diciendo: “Dios, ten piedad de mí, pecador” (Lucas 18:13). Se refirió a sí mismo como un hombre impío, y otros lo miraron de la misma manera. Dentro de sí, no se sentía lo suficientemente bueno, sin embargo sintió la necesidad de Dios y tomó la única oportunidad que tuvo. Con una carga de culpa y vergüenza fue ante Dios, suplicando por misericordia. ¡Qué gran contraste con la oración jactanciosa y egocéntrica del fariseo!
Considera esta interesante cita de Ellen White:
“Hay algunas lecciones que de ninguna manera se aprenden sino a través de los errores. Pedro fue un mejor hombre después de su caída. El Señor permite que sus hijos caigan, y después, si ellos se arrepienten de sus malas obras, los ayuda a levantarse nuevamente en un mejor terreno.”—Ellen White, Review and Herald, 16 de Diciembre de 1902.
Hubo esperanza para el pobre publicano, para Pablo, Pedro y María Magdalena; y puedes estar seguro, amigo mío, de que hay esperanza para ti, cualquiera que sea tu situación, cualquiera que sea tu pecado.
Si eres capaz de darte cuenta de tu pecaminosidad, ¡no esperes a ser una persona mejor! No es posible mejorar nuestra vida a través de nuestros propios esfuerzos. Sólo Dios nos puede cambiar a través de su gracia. Ve a Cristo tal como eres, confiésale tu pecado, entrégale tu vida entera cada día; y ten por seguro que te aceptará y te guiará por el camino de la vida.
Textos bíblicos versión RV1960.
Christian Hjortland es director y predicador de Empower Missions.
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